No vengas tú que los polos opuestos no siempre se atraen

3 de junio de 2011

No vengas tú que los polos opuestos no siempre se atraen

Ayer leí una frase que me dejó pensando. "A cada uno de tus cambios le corresponde otra alma gemela". Y es que ahí creo que está el secreto del tiempo que pueda durar una pareja. Porque no solo se necesita quererse, ir hacia la misma dirección y todo eso que ya sabemos, sino que es necesario, imprescindible, diría yo, avanzar al mismo tiempo, que los cambios se realicen a la par.

 Ponte tú que andas emparejada con un mijito que desde el primer día te puso clarito que no creía en nada ni nadie, ni en Dios, ni en Santo, ni en Virgen (porque eso sí te tienen ellos, son honestos, con solo dos cenitas sabes cómo es el tipo y que quiere. Ojo, si escuchamos, del verbo oír y no traducir). Tú, que tampoco es que eres la Madre Teresa, pues obvias ese punto y te embarcas. Hasta que un buen día, suas te levantas iluminada y evangélica, y comienzas a predicar la palabra del Señor.

¿Qué hacemos? O él se embarca en el mismo barco o la pareja se hunde como el Titanic. Claro, también puedes vivir en negación y pensar que no pasa nada. Te vas por tu lado a predicar, mientras él va por el suyo predicando los ganadores del 5 y 6.

Los sábados cuando te reúnas con tu grupo de nuevos amigos unidos por el Señor, pues él que vea que hace. No vengas tú que es obvio que algo ya no es igual. Y no le salgas con "Papi tenemos que hablar. ¿Para donde va lo nuestro? ". Sencillito, hay una ruptura. Ni tú eres la tipa de quien él se enamoró, esa que no rezaba, ni él el tipo que te acompañará a rezar. A menos que él se monte en ese tren también.

Porque sí es cierto que los opuestos se atraen, también es cierto que emparejarse con un opuesto es una locura. Yo, por ejemplo, no debería salir con nadie que tome todas las noches hasta el amanecer. No porque sea malo, qué va, sino porque yo me acuesto a las 10 p.m. y con dos copas de vino estoy bailando la masukamba.

¿Qué sucede y nos ha sucedido a toditas? Que por soledad, la necesidad de drama, la terquedad o la vocecita que nos dice " Yo lo voy a cambiar, conmigo será distinto", conocemos a un tipo que no nos va y nos pegamos con cemento ahí. Nos comenzamos a caer a cobas, a ellos y a nosotras mismas. Si al tipo le gusta el rock puro, desde ese día tú la más más rockera, así te choque.

Toditas las diferencias irreconciliables las obviamos y pa' lante como el elefante. Hasta que las mariposas se comienzan a morir y la realidad se hace "grandotota como una pelota y alumbra el callejón". Y es ahí cuando nos preguntamos: ¿Qué hago yo con un rubio si a mí me gustan los negros? Buena pregunta ¿no?

Sindy Lazo

@SindyLazo