No vengas tú que seguro te dará pena

26 de mayo de 2011

No vengas tú que seguro te dará pena

Todos tenemos una adicción. Hay quienes tienen varias y los que están tan mal que creen no tener ninguna.

Ayer conversaba yo con una amiga, porque en toda historia siempre hay una buena amiga, sobre lo que teníamos en la cabeza cuando nos creíamos enamoradas de un "mejor es nadie". Qué pensábamos  para llorar como hemos llorado, o para no hallar la manera de controlar el centenar de maripositas que nos revolotean en el estomago cuando vemos que suena el BB y es él. Bueno,  además de que se nos  cambia el corazón de sitio, como dice la grande Sonia Villamizar.

Descubrimos que la razón principal es que el mijito nos toca la tecla, esa donde se nos activa "la adicción al drama del enamoramiento". Esa que nos hace creer que estar enamorados es andar en una angustia constante, la que nos hace pensar que el tipo que no pinta, ni tiene intenciones de serlo, se convertirá en el que ES. No vengas tú que ya sabes de cuales tipitos te hablo.

Un buen día sale uno de esos a la calle y una, que tiene como un radar para distinguirlos, lo agarra. Y ese día, ese bonito día, se unen el hambre con las ganas de comer. Una vez que uno se mete de cabeza en una relación así, tan adictiva y dañina como la cocaína, salir es igual de difícil. Te envuelves en algo que parece fascinante, entretenido, excitante, emocionante, algo así como una montaña rusa, tan fina como la del Hombre Araña en Universal Studios. Con esas subidotas que uno cree que tocará el cielo y luego chupulum, pa' bajo y en picada.

Darse cuenta es sencillo. Lo que no te de paz, te da guerra y viceversa. El detallito está en asumirlo y eso sí que es complicado. Comienza uno a justificar lo injustificable, a negar lo innegable y vaya vaya que más poderosa que  la bomba de Hiroshima es el poder de la negación.

Ahora bien, todo tiene su tiempo y de repente te viene un airecito, te refresca las neuronas y piensas: "Perro, como que esto no está bien". Ese momento es milagroso, porque aunque sigamos amarradas al carrito  y por momentos "disfrutando" del paseo, algo ya cambio. En ese instante comienza uno distinto, unas veces más cortos, otros más complicados, con más subidas, con menos bajadas. Y así como aquel airecito que te refrescó un día, esta vez te llega un ventarrón, sales corriendo del carrito y no te montas más.

Cuesta eso sí, pero se logra. Como muchos han dejado las drogas,  así se dejan las relaciones adictivas. Además de la voluntad, la disciplina, la ayuda, el amor propio, etc, se necesita tener clarito que hay algo mejor esperándote. 

Lo nuevo da pánico. Pero en lo desconocido hay miles de chances y dentro de esos miles está sentadito esperándote  *El hombre de tu vida*,  ese que va en tu misma dirección, el que te acompaña de tú a tú, el que no tiene el compromiso de hacerte feliz, porque ya lo eres.
Y junto a él te acordarás de mí y te preguntarás: “¿En qué estaba pensando yo cuando salía con XXXXXXX? ¡Qué penaaaaa!

Sindy Lazo

@SindyLazo