2 de diciembre de 2010

No vengas tú señor vendedor playero


Para mí, y sé que para muchos, la palabra playa significa relax, tranquilidad y olvidarse de todo lo que ocurre en la vida de uno. Yo siempre he dicho que de viejo quiero meterme a pescador y vivir mi retiro en la playa. Claro, eso no me lo cree nadie. Sí podría vivir en la playa pero no como pescador.  De hecho, esto lo estoy escribiendo desde un ventanal gigante con la mejor vista de Margarita que puedo tener en la vida. (Gracias a @arianuchis por cierto).



Pero la tranquilidad de las playas en nuestro país se ve menguada gracias la presencia, o mejor dicho, a la insistencia de los vendedores ambulantes que encontramos en nuestras cosas. Hace unos días estuve en Playa El Agua y lo que empezó como el paraíso se convirtió en un infierno. OJO, yo estoy de acuerdo que trabajen y que esa sea su forma de ganarse la vida. Pero no vengas tú señor vendedor a molestarme hasta el cansancio mientras yo trato de tener un día tranquilo.



Ellos no sólo te preguntan si quieres unos lentes, por ejemplo, ellos te sacan todos los modelos. Y uno bien buena gente le dice: “no señor”. Y siguen. Te sacan los Ray-ban, los polarizados, los que son para manejar en la noche. Y uno sigue: “no señor, gracias. Ya tengo unos”. Claro, todo este tiempo uno está ahí guapeando con unos lentes puestos, como diciéndoles que ya tienes unos pues. Como diez minutos después se da cuenta que, en ese momento, no quieres lentes y se va a intentar vendérselos a la persona de al lado, quien por supuesto ya escuchó todo lo que me dijo a mí.



No obstante, el señorcito da una vuelta por toda la playa y regresa más tarde a ver si a uno se le ablandó el corazón. Pero no. Es en serio, no quiero unos lentes nuevos. Ni siquiera los motorizado que tanto intentó venderme. Eso no habla bien de mí, por cierto. Tengo cara de motorizado playero al parecer.

Ahora bien, los señores de los lentes no son los peores. Hablemos de las masajistas, no de las que salen en el periódico, sino de las que andan con su tobito y su potecito de crema. A estas hay que agradecerles el buen humor. Yo me hice pana de una, hasta le brindé una cerveza. Pero por muy pana que sea, siempre va a intentar vender el masajito por 50 Bs. De hecho, hasta muestras gratis dan.



En estos casos, apliquen mi técnica. Después de hacerse mejor amigo de la muchacha, le dicen que tú tienes un problema en la columna, súper grave la cosa. Y sólo pueden darte masajes terapéuticos. Una vez quisiste darte un masaje por ahí y casi te dejan parapléjico. Si no fuera por eso, tú encantado de la vida te das tu masajito. Tú sabes cómo es, entre todos nos ayudamos. Ahora todas las mujeres que dan masajes sabrán que tú eres el del problema de la columna y no te molestarán.



Todavía no sé qué hacer con el de las ostras, ni con el de los CD’s quemados, ni con el de los collares pa’ la suegra, ni el de los shorts. Poco a poco iré viendo cómo me deshago de ellos y les daré el consejo. Mientras tanto estámpale un gran “No vengas tú” o cálate a los señorcitos en la playa.

Albert Manrique

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