20 de noviembre de 2010

Una semana sin teléfono. No vengas tú


Hace poco leí en una revista un trabajo bastante interesante que hicieron con algunos periodistas. A ellos los privaron por dos semanas de algo que les guste y luego debían escribir de su experiencia. Hubo uno que en dos semanas no podía escuchar su iPod ni ningún tipo de música digital, otro no podía usar el correo electrónico, otro Google, otro debía dejar de usar el carro y muchas otras.



Yo pensé que debería hacer algo así pero no sabía exactamente de qué privarme porque a decir verdad soy un adicto a las cosas que hago. Como ya saben me robaron mi Smartphone semana pasada y me vi obligado a estar desconectado todo el día. Es decir, no tengo Twitter, ni correo electrónico, ni sms, ni ningún tipo de comunicación con el mundo, por lo menos mientras esté fuera de mi casa.



Una semana exactamente va con mi experimento forzado y debo confesar que me estoy volviendo loco. Desde que tengo Twitter (marzo, 2009) soy un adicto pero a niveles insospechados. Todo lo que veo en la calle tengo la necesidad de comunicarlo, de contarlo. Obviamente, por instinto humano debo inmortalizar cada momento que vivo y que mejor manera de hacerlo que a través de una red social.



No vengas tú a decirme que puedes vivir una semana sin Twitter porque yo ni de vaina. Y tampoco es que tengo la memoria del año para acordarme de todas las cosas que se me ocurrieron durante el día. Por ejemplo, en estos días estaba en un restaurant de comida rápida y una de las empleadas se llamaba Beyonce. O sea, cómo c*ño no cuento eso.



Y ni hablar del correo electrónico. A mí me llegan aproximadamente 30 correos diarios y por lo menos el 80% son cosas que me interesan. Eso de revisar el mail en la noche o en la mañana es como aburrido. Me siento un señor grande que tiene cosas que hacer y sólo tiene un pequeño tiempo para internet.

¿Será que tengo que empezar a vivir una vida más allá de internet? Me da un poco de ladilla debo confesar. Eso de disfrutar la naturaleza y volver a otro tipo de comunicación no va conmigo. De hecho, ayer estuve hablando con mi amiga Michelle Dernersissian por teléfono y ella me comentaba que uno por culpa del teléfono deja de hacer cosas interesantes, como disfrutar del Ávila por ejemplo. Es cierto, pero esta época está hecha para disfrutar las cosas de otra manera.



Ya llevo siete días sin un Smartphone y es la sensación más rara del mundo. Definitivamente, nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Creo que se extenderá unas semanas más, así que les prometo que todos los sábados les contaré como va esta rehabilitación y si logro curarme.



Albert Manrique

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